La psicóloga y socióloga iraní Parinoush Saniee se dio a conocer en nuestro país como novelista en
el año 2014 cuando Salamandra publicó su primera obra, El libro de mi destino (2003),
inspirada en las mujeres que vivieron la Revolución Islámica en Irán a finales
de los años 70 y principios de los 80.
Con esta segunda novela, la autora persa nos lleva por unos
caminos socialmente menos convulsos, pero íntimamente dolorosos. Basada en la historia
real de un niño que no habló hasta cumplir los 7 años, Una voz escondida nos
habla, sin tapujos y de forma clara y directa, de las nefastas consecuencias
que la indiferencia y la insensibilidad de los padres hacia sus hijos traen.
Shabah tiene 5 años y todo el mundo le dice que es tonto y
estúpido porque todavía no ha pronunciado una palabra. Sus padres creen que
tiene un retraso mental, a pesar de que los especialistas les han dicho que al
niño no le ocurre nada. Su hermano mayor, un estudiante brillante excesivamente
presionado por su padre para ser el mejor, y su hermana pequeña, una
parlanchina de 2 años que es, para todos, la alegría de la casa, no parecen
ayudar a Shabah a salir de su mutismo. Pero él habla, habla con sus amigos
imaginarios Asi y Babi de lo triste que se siente al ver que nadie le presta
atención, que todos creen que es idiota, menos su madre, que le defiende de los
duros ataques de su padre quien, sin ningún pudor, dice que su hijo le avergüenza,
que es retrasado, que está loco y algún día acabará matando a alguien.
Saniee nos hace sentir, a través de las palabras no dichas de
Shabah, el profundo dolor que siente el niño por la falta de afecto y cariño
que le profesan los demás y por ver que su madre, a pesar de que le quiere
mucho, le considera un problema y le dice constantemente que va a acabar con
ella.
La falta de amor y protección es lo que convierte a los niños
en monstruos, no la tan cacareada falta de límites en nuestros hijos, ni la
educación más o menos permisiva, ni las corrientes pseudo-educativas del “un
cachete a tiempo”. Es la crueldad y la ignorancia de los padres hacia sus hijos
lo que convierte a los niños en seres tristes y vacíos, con lacerantes
sentimientos de rencor y venganza que les pueden llevar a actuar de forma
aciaga.
Tal vez deberíamos reflexionar acerca de las relaciones que
tenemos con las personas más cercanas, pues la cercanía nos puede hacer creer que
conocemos bien a quien tenemos al lado cuando, en realidad, a pesar de ser
parte de una misma familia, podemos estar muy lejos los unos de los otros.
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